Cuando alguien decide cambiar su residencia habitual, se enfrenta a dos problemas: el primero, volver a encontrar la casa de sus sueños (o una que se le parezca); el segundo, decidir si quiere contratar a una
empresa de mudanzas profesional o si prefiere hacer el traslado con la ayuda de algún buen samaritano. El dolor de cabeza está casi asegurado con cada uno de ellos, aunque el primero lleva más tiempo de superación que el segundo. ¿De verdad quieres meter a tus allegados más fieles en el tedioso compromiso de una mudanza?